Un monje, imbuido de la doctrina budista del amor y la compasión por todos los seres, encontró en su peregrinar a una leona herida y hambrienta, tan débil que no podía ni moverse.
A su alrededor, leoncitos recién nacidos gemían intentando extraer una gota de leche de sus secos pezones.
El monje comprendió perfectamente el dolor, desamparo e impotencia de la leona, no sólo por sí misma, sino, sobre todo por sus cachorros.
Entonces, se tendió junto a ella, ofreciéndose a ser devorado y así salvar sus vidas.
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Imágenes y texto tomados de la red